26 octubre 2006

cartas a Julen

Derecho al pataleo
Julen, porque esto lo puede leer alguien que no lo conozca, es mi hijo. De momento el único, pero en diciembre será "el primogénito". Ahora tiene cuatro años. Le he escrito un e-mail.

Vamos, que le he abierto un buzón, su primera dirección electrónica, con ánimo de llenársela de mensajes para, en un futuro, siempre y cuando no pueda usar su contenido en mi contra, darle una cajita con enorme lazo rojo, que contenga la clave para acceder a él. Leerá mis tonterías en ese momento con perspectiva, porque voy a tardar mucho, o muchísimo, en destapar ese tarro. Si alguien quiere escribirle algo, lo que sea, para que lo lea cuando sea adulto, que me lo mande y yo se lo reenvío.

A mi me hubiera gustado que mi padre hubiera ido llenando páginas con sus ocurrencias y vivencias, sus consejos y cómo mi vida se ha ido cruzando con la suya, como pensaba de los acontencimientos históricos que le acompañaron y como se sentía en los detalles del día a día. Y que llegado este momento, por ejemplo ahora que tengo treinta y pico, me diera la llave de esa caja fuerte llena de cuadernos manuscritos.
Como me hubiera gustado vivir esa lectura, le voy a dar esa oportunidad a Julen.

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